💪 Una lucha que vale la pena

Esta semana alzamos la voz contra la campaña derrotista que busca "normalizar el desastre", frente a millones de ciudadanos que reafirman la legitimidad de la contundente victoria del 28J. Repudiamos “la diplomacia de rehenes” y el falso discurso de “expansión económica”, y concluye evocando “la Caracas posible”, como símbolo y ejemplo de que Venezuela sí puede ser reconstruida.

Hay campañas que no se anuncian con pancartas, pero se sienten como un veneno. Circulan por debajo, disfrazadas de realismo, hablando de lo “inevitable”, de lo “ya perdido”, de la “normalización”. Son campañas destinadas que no buscan convencer, sino desalentar. Hoy más que nunca, hay que denunciarlas sin rodeos: se quiere que nos resignemos para poder dominarnos. Se quiere que aceptemos como “normal” lo inaceptable. Que dejemos de creer en nuestra victoria del 28 de julio. Que abandonemos la esperanza como si fuera una ingenuidad.

No lo permitamos.

No en nuestro nombre.

No cuando millones de venezolanos —en la calle, en el exilio, en la cárcel— han apostado su vida entera a una lucha que no es solo electoral, sino moral. Una lucha entre el bien y el mal.

Por eso he querido alzar la voz esta semana. Porque a pesar del cerco comunicacional, de la represión, del intento sistemático por hacer de cada derrota una costumbre, hay un pueblo que sigue en pie, que no se deja vaciar el alma. Ese es el verdadero milagro venezolano: no haber sido derrotados espiritualmente. No rendirnos ante la dictadura del cinismo.

Lo dije en una entrevista publicada por la revista Semana: la lucha que hoy damos no es por un puesto o una cuota de poder, sino por la dignidad arrebatada. Lo reafirmo aquí: no se puede hablar de normalidad en un país donde las familias están rotas, donde más de nueve millones de venezolanos deambulan por el mundo, donde persiste una política de rehenes y desapariciones forzadas.

“no se puede hablar de normalidad en un país donde las familias están rotas”

Maduro ha vuelto a retratarse esta semana, al ejecutar un nuevo intercambio de rehenes: entregó ciudadanos venezolanos deportados a cambio de diez estadounidenses y una lista selectiva de presos políticos escogidos a su antojo. Un trueque que revela, más que fuerza, desesperación. Como Chacumbele, se infligió su propia estocada: no por amor, sino por saberse acorralado, desprestigiado y señalado por crímenes de lesa humanidad. No logró el levantamiento de sanciones, ni blanquear su imagen, ni borrar su prontuario. Solo confirmó lo que el mundo ya sabe: que encabeza una corporación criminal que trafica personas, que hace del terror una política de Estado y que no puede sostenerse sin violar la voluntad popular. Porque sí: lo derrotamos el 28J, aunque se niegue a admitirlo. Esa victoria es real, imborrable, vigente.

Y mientras algunos quieren encubrir esa derrota, otros ensayan nuevas farsas. Esta semana se ha anunciado con tono grandilocuente un acuerdo entre Maduro y Petro para administrar una “zona de expansión económica”. ¿Expansión de qué? ¿Del narcotráfico en el Catatumbo? ¿Del desplazamiento forzado? ¿De la producción de coca? Lo que se expande en esa frontera no es el desarrollo, sino la ilegalidad. No es cooperación, es complicidad. No es integración, es capitulación ante la violencia.

Frente a eso, tenemos que volver a Bolívar. No como un nombre vacío, sino como el símbolo de un ideal traicionado. La Gran Colombia no fue un sueño de coca y carteles, sino una apuesta por la libertad y el progreso de nuestros pueblos. Bolívar y Miranda imaginaron una región de justicia, no de bandas armadas. Hoy nos toca a nosotros rescatar ese horizonte, desmontar esta falsa “narrativa de estabilidad” y volver a nombrar lo que hemos ganado: una mayoría moral, política y ciudadana.

La Gran Colombia no fue un sueño de coca y carteles

Esa memoria también se construye desde lo concreto. Esta semana, al celebrarse el aniversario de Caracas, recordé los planes que proyectamos durante mi gestión como alcalde metropolitano: el Transmetrópoli, el Parque para la Vida, los Guardianes Metropolitanos, las ciclovías, los programas sociales. Eran más que obras: eran símbolos de que Caracas podía ser gobernada con dignidad. Hoy siguen ahí, como capital político, esperando ser retomados en una transición democrática. No fueron derrotas: fueron semillas.

Por eso digo, con toda claridad: esta lucha vale la pena. No estamos solos, no estamos vencidos, no estamos confundidos. Estamos decididos. A defender lo ganado, a exigir lo justo, a seguir hasta el final. Porque no se trata solo de cambiar de gobierno: se trata de recuperar un país.

Y eso, todavía, es posible.

📚 Esta semana en profundidad

Cinco piezas para entender el momento político que vivimos, desde la dignidad del 28J hasta el espejismo criminal de la “expansión económica” en la frontera.

🧵 Una lucha entre el bien y el mal

La gesta ciudadana del 28 de julio no fue una elección convencional, sino un combate moral que sigue más vigente que nunca.

📰 No hay normalidad posible

Entrevista con Semana sobre la verdadera situación del país, la diplomacia de rehenes y la urgencia de la desobediencia civil.

🔁 ¡Como Chacumbele!

Maduro reincide en el canje de rehenes y queda expuesto: cada trueque no lo blinda, lo delata.

🌎 Gran Colombia, narcofrontera

Del sueño de Bolívar al cinismo de Maduro y Petro: no hay expansión económica donde reina el crimen organizado.

🏙️ Caracas sí es gobernable

En su aniversario, recordamos una ciudad posible, planificada, con futuro. Lo sembrado no fue en vano.

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